En un universo musical dominado por la prisa y la fórmula fácil, Firemoon avanza en otra órbita. Formada en 2018 por músicos con una larga trayectoria en bandas anteriores como El Antiguo, este grupo madrileño conjuga rock progresivo, psicodelia y narrativa cósmica desde una apuesta firme por la libertad creativa. Hoy, la formación actual –compuesta por Neil Dawn (guitarra y voz), Albert Pan (bajo y voz) y Javier Puente (batería y voz) – se encuentra inmersa en la grabación de su segundo álbum, sin abandonar esa mirada hacia lo esencial que ha marcado sus inicios.
“El proyecto surgió para hacer un álbum enfocado a un viaje cósmico”, recuerdan. Aquella primera intención se materializó en Babylon Birds (2023), su debut discográfico. El disco propone un viaje espiritual a través del sistema solar, donde cada planeta representa una fase de transformación. “Fue una manera de explicar cómo funciona esta tercera dimensión y el mecanismo de la vida tras la muerte, hasta llegar al juicio kármico representado por Saturno”.
La grabación del disco se hizo “como a la antigua usanza”, poco a poco, en los propios locales de ensayo. Aunque en un inicio pensaron grabarlo como un trabajo instrumental, decidieron incorporar letras “para comunicar más directo las sensaciones y canalizaciones perceptivas”. Para ello contaron con la colaboración del poeta irlandés Alan Honan, que tradujo los textos al inglés y aportó “un enfoque poético y una narrativa coherente a cada canción”.
Más allá del sonido, Firemoon cuida el componente visual como parte esencial de sus directos. “Las imágenes ayudan a compartir el mensaje. Nuestras influencias más destacables son Pink Floyd, donde el espectáculo audiovisual ya era parte de la identidad de la banda en los años setenta”. Cada concierto se concibe como un espectáculo sensorial, donde lo sonoro y lo visual se entrelazan.
Su nuevo trabajo, Road to Nowhere, mantiene esa línea conceptual, pero abre nuevas sendas. “Incluimos letras en castellano y temas un poco más alejados de lo progresivo, sin perder la psicodelia y los ambientes protagonistas. Además, contamos con colaboraciones muy potentes”, adelantan.
Aunque aún no han actuado en Hortaleza, el barrio forma parte del pulso vital de Firemoon. “Vivo aquí desde hace años –explica Albert Pan, vecino de Esperanza–. Volver a formar parte del tejido asociativo de un barrio obrero, con historia de lucha vecinal, me recuerda a mi etapa en Carabanchel Alto. Hortaleza te reconecta con tus raíces. Es un sitio que inspira”. Le gustaría presentarse en espacios como Danos Tiempo: “A ver si les puedo liar”, comenta entre risas.
“Hortaleza te reconecta con tus raíces. Es un sitio que inspira”
A diferencia de otras bandas, Firemoon no persigue la fama ni la rentabilidad. “No pretendemos vivir de ello. Eso nos permite hacer lo que queremos y disfrutarlo. Firemoon es un desahogo, una terapia de paz en medio de una tormenta”. A quienes aún no los conozcan, lanzan una invitación: “Que se dejen llevar por lo que hemos grabado. Es un viaje. Y cuando tengamos concierto, que vengan a vivirlo en directo”.