“He intentado que esta fuera la casa de todo el mundo”, explicaba Fausto, entre abrumado y emocionado, ante las más de 300 personas que se congregaron frente a su farmacia de la calle Santa Adela de Hortaleza el pasado viernes 28 de noviembre.
Hoy pulula por las redes memoria digital de aquella tarde fría de invierno, en la que un hombre enfundado en una bata blanca se despedía de quienes ha considerado su familia durante los últimos 16 años. Se llama Fausto González, farmacéutico del barrio de Chamberí, que allá por octubre de 2009 aterrizó en nuestro distrito sin imaginar tal vez que cambiaría para mejor la vida de mucha gente.
“Nuestro querido farmacéutico Fausto deja el barrio a finales de este mes. Después de tantos años cuidándonos con profesionalidad, paciencia y una sonrisa, queremos darle un adiós lleno de cariño. Ven a compartir un aplauso, un recuerdo, un gracias. Hagamos que se lleve un pedacito de nuestro barrio en su corazón”, convocaban pocos días antes los carteles colocados en sitios estratégicos. La respuesta fue una emocionante marea de cariño y gratitud vecinal.
@belixusQué bonito es ser de Madrid y ser de barrio, qué bonito que la gente se mueva cuando alguien es bueno. Imagino que no verá este vídeo nunca pero si lo ves, Fausto te echaremos mucho de menos pero queremos que allá donde vayas puedas ser feliz. Gracias por cuidarnos a todos.♬ original sound – Penny B Hollywood
Con la plenitud de una veteranía no desgastada por los años ni el desánimo, Fausto muestra en sus palabras una conciencia lúcida de las posibilidades y los límites de su profesión. Habla de cariño devuelto, de penas y alegrías compartidas, de implicación y responsabilidad. Pequeños y grandes actos de militancia cotidiana desde su mostrador que hoy darían para una innumerable lista de anécdotas, como la de aquellos días no tan lejanos de la pandemia, cuando Fausto recorría las calles del barrio para entregar a los vecinos los medicamentos que necesitaban.
“Yo creo que los farmacéuticos no podemos ser meros dispensadores de medicamentos. Tenemos que ser curas con quien la gente se confiese, psicólogos, amigos”, nos cuenta. Habla también de modificar la legislación farmacéutica para que los profesionales dejen de ser meros dispensadores de medicamentos y puedan ejercer una intervención más activa en la salud de las personas.
En una ciudad que parece cada día más inhabitable, Fausto reclama otro Madrid posible, uno donde la generosidad, la amabilidad y el cariño se abran paso en medio de debates políticos estériles. “Todavía queda algo de humanidad en esta ciudad salvaje. Así fue el adiós de los vecinos a Fausto, dueño de una farmacia que ha prestado servicio durante décadas en Hortaleza. Solo el barrio cuida del barrio”, publicaba en un tuit el periodista Víctor de Elena con una mezcla de pesimismo y esperanza.
Fausto empieza estos días una nueva vida, lejos ya del distrito al que ha servido con diligencia y convicción durante los últimos 16 años. Como aquellos boticarios de antes, confidentes y guardianes de la salud de los vecinos del barrio.
Fotos de Sandra Blanco













