Ella le miraba con ojos de suplente. La típica mirada soslayada, como si él fuera el plato menos malo de un menú barato de estación. Ni el primer plato ni el postre: parecía, más bien, un bistec frío y con nervios pedido sin hambre.

Eran novios. O al menos él era novio de ella. Subieron a mi taxi en Hortaleza y acabamos en un bar sin pretensiones allá donde Hortaleza pierde su casto nombre. En aquel trayecto, y gracias a la inestimable ayuda de mi espejo retrovisor, deduje lo del segundo plato; la típica historia de chico conoce a chica, chico se enamora de chica, chica acaba de romper con su verdadero amor tal vez por siempre, chica encuentra en el nuevo chico la ayuda exacta para taponar su herida y, al final, chica acaba dejándose llevar por el chico y hacen planes de pareja más bien por inercia, por no estar sola.

Lo terrible del caso, supongo, es la falta de equilibrio. Él volcado en ella y ella quieta, erguida, sabiéndose guapa (lo era), irresistible a cualquier hombre excepto al hombre con quien ella querría estar ahora, y sabiéndole a él, al nuevo, enamorado hasta las córneas.

Ha de ser terrible, por un lado, la ansiedad de él. Querer y tener a la misma persona pero no del todo. No su corazón, no sus ganas ni el fuego de sus ojos. Y ha de ser terrible, por el otro, el muro de ella: besar a un hombre imaginando otros labios y no poder evitar sentir flashazos, punzadas, recuerdos bastardos.

Obviamente nada podría salir bien de aquello. Lo malo de la falta de equilibrio es el dolor silencioso, el abismo creciente entre ambos: esa nada, ese vacío. Yo pensando en ti mientras tú piensas en otro. Yo pensando en otro pero contigo.

Les dejé en el destino indicado, pagaron el taxímetro a medias, y no pude evitar aparcar después mi taxi y entrar de incógnito en el mismo bar que ellos. Estaban al fondo de la barra, pidiendo un par de copas bien cargadas. Mientras, el silencio entre ambos, las sonrisas tensas: él posando su mano en la cintura de ella y ella dejándose posar. Y la música de fondo. Qué importante es la música cuando absolutamente nada sostiene todo lo demás. Qué importante es el inglés cuando no sabes inglés y se amoldan las canciones a tu mundo.

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