¿Puede una Cabalgata ser una metáfora de la realidad que vivimos? Son tiempos, los actuales, en los que se impone lo explícito, en los que la reflexión, si existe, se convierte en algo apresurado y prescindible. Vale más hacer que pensar en cómo hacer, al menos esa es la dinámica que nos quieren imponer.

Por eso, las lecturas entre líneas, reposadas y meditadas, de aquello que hacemos se convierten en imprescindibles para tratar de entender mejor lo que nos pasa y por qué nos pasa. No es fácil, y más en este día 4 de enero, encontrar un poco de pausa para hablar de la Cabalgata de Hortaleza, pero es necesario.

Hace diez años que la Cabalgata de Hortaleza vivió su momento más decisivo con la imposición del por entonces equipo de gobierno de la Junta, presidido por Elena Sánchez Gallar, de privatizar el evento. La excusa, la búsqueda de la ‘excelencia’.

Eran tiempos, no tan lejanos, donde la máquina de hacer dinero parecía no consumir su combustible y en los que los poderes públicos, con especial interés los locales, la ponían al servicio de amigos y compañeros de aventuras neoliberales.

Se vendía la sanidad a empresas o consorcios privados, se favorecía la escuela concertada sin ningún tipo de miramientos regalándoles suelo o impulsando conciertos con centros de dudoso talante democrático, se externalizaba la atención social a los colectivos más vulnerables convirtiéndolos también en objeto de negocio y, por supuesto, se buscaban pasarelas cómodas para que el dinero público pasara a manos de partidos políticos, algunos más que otros, o personas particulares que se enriquecieron e hicieron de la corrupción su negocio principal o su forma de ganar elecciones eternamente. No olvidemos que algunas cabalgatas están en los sumarios de la Púnica. Privatizaciones y corrupción. Un maridaje perfecto que sirve para definir toda una época, quizás no tan terminada.

Sin embargo, la dignidad aparece cuando a veces, por desgracia, casi nadie ya la espera, porque fue precisamente eso, dignidad, lo que movió a las asociaciones de Hortaleza a no resignarse, a entender que en esta pelea había mucho en juego.

En realidad tras la lucha de la Cabalgata de Hortaleza estaba la vida de los barrios, ese poder de la gente sin el cual, a pesar de que ellos no lo crean, la democracia es puro ritual sin alma. Y fue entonces cuando nos juntamos, nos sentimos más cerca unos de otros y salimos al frío, a luchar contra una lógica perversa que trataban de imponernos a cualquier precio.

Y es entonces cuando descubrimos que eso era realmente lo que necesitábamos, estar juntos y pelear por aquello que nos pertenece, defender nuestros derechos, también el de la participación, para hacer de las ciudades y los barrios espacios para la convivencia y no territorios para el negocio donde la vecina y el vecino dejan de serlo para ser solo consumidores y trabajadores precarios.

Por eso es grande la Cabalgata de Hortaleza, porque de la nada hoy somos 25 organizaciones que preparan el acto de manera horizontal, asamblearia, colaborativa y democrática, porque algunas organizaciones van a mover a más de 100 familias para salir a mostrar su orgullo de barrio y su creatividad colectiva, porque en la cabalgata hay entidades que llevan 40 años dejándose la piel por hacer mejor la vida de la ciudad.

En definitiva, somos grandes por lo que somos. Puede que no hagamos la cabalgata más espectacular del mundo, desde luego no será la de más presupuesto ni la de más luces, caramelos o carrozas. Pero donde sin duda las demás solo nos pueden igualar es en la reivindicación de la participación, la verdadera estrella que procuraremos que nunca se apague de la Cabalgata de Hortaleza, la de toda la vida.

Con Borja siempre en la memoria.

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