Todo continúa y nada sigue igual en Manoteras, un barrio que está en los límites: el límite del distrito, el límite de sus ancianos olvidados en quintos sin ascensor, el límite de su no centro cívico cultural, el límite de la paciencia…

Pero también el límite de la creatividad, las ganas y el espacio común: la Soci (apelativo cariñoso e identitario de la asociación vecinal Manoteras). Esta medio centenaria asociación se desbordaba y no podía más que fundirse con la malla de colectivos que se han incorporado a su espacio físico (local de la calle Cuevas de Almanzora, 46) y emocional.

Es algo que viene fraguándose, especialmente, desde hace cinco años. Allí convergían Scouts, Banco del Tiempo, Asamblea Popular del Nudo de Manoteras (15M), Tienda Gratis, huerto popular, huerto comunitario, OFIAM, DCYDE, psicología solidaria, grupo literario, Hortaleza Rebelde, Manoteras te enfoca, SOS Peludos, Banco Solidario de Alimentos… Con tantas porciones, solo podía formarse un gran queso o disgregarse un gran número de iniciativas.

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Las fiestas de junio unieron. Los “cada cuales” de cada colectivo aportaron mucho y ello produjo unos dineros a los que el barrio no estaba acostumbrado: casi 2.000 euros. ¿Qué hacer? ¿Dividir? ¿Organizar un fiestón para lapidar los esfuerzos de una tarde-noche de junio? ¿Quién decía lo que hacer?

Pero la asociación vecinal no mandaba, era una más y se limitaba a facilitar. Fue la reunión de la coordinadora de colectivos la que decidió lo más arcaico: adecentar la cueva y sacar espacio de donde no lo había. Faltaban lugares para reuniones, así que “fuera oficina, castigada al cuartito más pequeño”.

Entonces, la coordinadora, algunas manos más que otras, dedicó lo estival a limpiar (mejor dicho, a hacer una limpia a lo grande), a cambiar fluorescentes por led, a pintar paredes y puertas, a poner tarima, a pulir suelos, a instalar una pizarra gigante y a dar aposento a un gigantesco chimpancé, que mira de soslayo a los vecinos que pasan junto a la ventana.

El diseño sabio y joven de Sofía fue tomando forma y, aunque aquellos dineros se agotaron, el día 8, se instaló en el paramento un logo multicolor que anima el interior de quienes crean barrio. Fue una gran fiesta de inauguración en la que un taller de grafiti dio color a la plaza de la Soci, pero, además, hubo talleres de DCYDE, actuaciones y juegos, “comida de traje” y corte de cinta inaugural con discurso.

Las consecuencias de todo esto ya se notan: nuevas actividades, más movimiento, más iniciativas, más ilusión y más barrio en la pequeña Florencia hortalina.

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