El mundo es, seguramente, una construcción mental, pero uno puede elegir desde dónde lo mira. Hay quien no sale de los palacios, otros prefieren los barrios. Los primeros, con sus reyes, ministros o generales, y sus decisiones (generalmente, guerras y calamidades para el común) son los protagonistas de la mayoría de las historias que conocemos en mayúsculas: la Historia.

La historia olvidada

Los barrios, como sus primos los pueblos y las aldeas, han pasado desapercibidos en la mayor parte de la producción histórica. Sus historias son las de vecinos menos nobles: menestrales, labradores o trabajadores urbanos que no merecían atención, cuyas vidas tenían el color de las tierras que trabajaban o de los pisos que habitaban: ocres, confundidas con el terreno, destinadas a ser pasadas por alto hasta disolverse.

Miradas con detalle, esas vidas tienen más vitalidad cromática de la que parece. Esos hombres y mujeres, a pesar de sus vidas aparentemente anodinas, podrían repetir con el viejo Shylock de El mercader de Venecia aquello de “si nos pincháis, ¿no sangramos? Si nos hacéis cosquillas, ¿no nos reímos? Si nos envenenáis, ¿no nos morimos? Y, si nos ultrajáis, ¿no nos vengaremos?”.

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Jornadas históricas

Las Jornadas sobre Historia de Hortaleza (del 22 de octubre al 26 de noviembre, en el centro sociocultural Huerta de la Salud y con visitas por buena parte del distrito) tienen un poco ese aire. Desde la reivindicación del casco histórico (en peligro de extinción parcial por un quítame allá esos edificios centenarios para que yo ponga un gimnasio) hasta la exhibición de las joyas de un distrito con lugares como la Huerta de la Salud o el parque Isabel Clara Eugenia, que, de estar en otra parte, ya serían alimento de películas o lugar de reunión de vanguardias (como en tiempos fue Hortaleza, no hay más que leer el blog de Juan Carlos Aragoneses para conocerlo).

La iniciativa de la biblioteca municipal Huerta de la Salud, se dirige al trozo del patrimonio que aún se ve: las huellas de la guerra civil, la parroquia de San Matías o las antiguas escuelas; pero también a lo que se saborea, como el famoso vino garnacho de Hortaleza, que podrá degustarse en estos días, o la cerveza del barrio El Silo de Hortaleza.

No faltarán en el envite Radio Enlace o este mismo periódico, porque la historia de Hortaleza es plural, pero estas jornadas no serían lo mismo (incluso no serían de ningún modo) sin el esfuerzo de Juan Jiménez, el director de la biblioteca municipal Huerta de la Salud. Barrio obliga y, aunque él es de otra parte de Madrid, no deja de reconocer que Hortaleza es un lugar privilegiado.

Memoria de los Barrios

Su propósito es simple: “Contar la historia que no se ha contado nunca”. Ahí es nada. Ha hablado con gente que aún recuerda un pueblo independiente o recién anexionado a Madrid, se ha rodeado de personas como Aquiles Obispo, el ya mencionado Juan Carlos Aragoneses, Florencio Elipe o Yolanda Peña Moruno, que son el alma de esta iniciativa.

Y, sobre todo, no deja de apelar a la memoria de los hortalinos y a sus baúles, sus cajones, los álbumes familiares, porque son la base para la preservación y difusión de un patrimonio que no puede borrarse, que ha de investigarse con rigor. De esos cajones, salen fotografías que reconstruyen lugares que ya solo existen en muy pocas cabezas, ropas que son mortajas, peinados que cortaron el aire en Hortaleza.

Y es que las Jornadas tendrían el mejor final si los vecinos de Hortaleza cedieran temporalmente sus fotografías para ser digitalizadas en Memoria de los Barrios, el proyecto del Ayuntamiento para que nos lleguen destellos de otros tiempos y comprobemos que, sin esas caras de esfuerzo de los barrios detrás, los que mandan en los palacios tendrían pinta de locos dirigiendo ejércitos de papel. La vida misma.

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